Martes 9 de Septiembre de
2014
La encrucijada en la que se encuentra
el Tribunal Supremo.
La remisión que ha hecho la Juez Alaya de la causa, llamada de los
EREs, al Tribunal Supremo, al considerar que se debe imputar a un buen número
de aforados de distintos Gobiernos andaluces, pone al Tribunal Supremo ante su
responsabilidad.
No hablo de la responsabilidad civil, penal o disciplinaria (que se
recoge en la Ley Orgánica del Poder judicial, aun cuando de manera lamentable),
sino ante su responsabilidad política y
social, que la sociedad española le
va a exigir porque, por desgracia, la clase política de este país ha convertido
al Tribunal Supremo en poder político. Nos jugamos el prestigio de una
institución y de uno de los Poderes del Estado, en el que la sociedad española,
de forma viciada y dirigida, ha puesto sus esperanzas de regeneración.
Los ajenos a estos menesteres a los que nos dedicamos, quizá
comprendan ahora las luchas políticas tan tremendas que se dan cada vez que hay
que renovar el Consejo General del Poder Judicial, que es el órgano que debe
nombrar a los magistrados de la Sala Segunda del Tribunal Supremo, que es, a su
vez, el Tribunal que debe decidir, por ejemplo, ¡qué casualidad!, si se imputa
y de qué manera a estos señores a los que la Juez Alaya entiende que hay que
imputar.
Quizá también comprendan la lucha política, que no jurídica, para nombrar en los próximos días al Presidente de esa Sala
Valentín Cortés
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