Viernes 13 de Septiembre de 2024
De vuelta ( y 5)
¿Qué puede hacer un Estado cuando
el Poder Ejecutivo, y el Legislativo, que hace puro seguidismo, se instalan en la senda
y querencia inconstitucionales? Porque eso es lo que actualmente está
ocurriendo en nuestra sociedad.
La respuesta la sabemos desde
Montesquieu: nos queda el Poder Judicial, para corregir las actuaciones
ilegales y el Tribunal Constitucional para corregir las violaciones
constitucionales ¡Esa es la grandeza del Estado de Derecho!
Pues bien, cuando en una sociedad, como la nuestra, se instala la creencia, cada vez más generalizada y firme, de que el Tribunal Constitucional está al servicio de los intereses políticos del Poder Ejecutivo; y cuando un factor imprescindible en la defensa de la legalidad y de la aplicación del derecho que han de hacer los Jueces, como es en nuestro Ordenamiento Jurídico el Ministerio Fiscal, la sociedad piensa de él que está al servicio también de esos intereses políticos del Gobierno, la sociedad, como grupo de personas jurídicamente ordenadas, se descompone y pierde, cuando menos, su fe en las instituciones. En ese sentido, no ayudan nada a evitar esa creencia la jurisprudencia creativa del Tribunal Constitucional en sus ultimas sentencias( muy llamativas las de los EREs), ni las actuaciones del Ministerio Fiscal y menos su Informe-Memoria en la apertura del Año Judicial, del pasado día 5, atacando de forma inadecuada la acusación popular que determina no pocas actuaciones judiciales donde el Ministerio Fiscal parece que hace seguidismo del Ejecutivo.
Este
deterioro hay que pararlo y está en manos del propio Tribunal y de la propia
Fiscalía hacerlo impidiendo, de principio, cualquier instrumentalización que se
quiera hacer de esos órganos por el Ejecutivo y dando muestras continuas de la
imparcialidad que, desgraciadamente, la sociedad parece no creer que tienen.
Quizá sea buen inicio la dimisión del Fiscal General; la abstención de ciertos magistrados en al conocimiento de ciertos
recursos ante el Tribunal Constitucional, sin necesidad de que se produzcan las
correspondientes recusaciones; y el fin de la jurisprudencia creativa que convierte al Tribunal Constitucional en un legislador a conveniencia, curiosamente, del Poder Ejecutivo y sus leyes cuestionadas.
Valentín Cortés