Jueves 11 de Enero de 2024
Arbitrariedad, sólo arbitrariedad
Lo que define al debate
parlamentario de ayer con relación a la convalidación de tres decretos-leyes
del Gobierno es la manifestación, quizá más grosera que se haya visto hasta
ahora, de la arbitrariedad con la que actúa el Gobierno y con la que
hace actuar al Parlamento.
Nuestro Tribunal Constitucional, al menos
hasta ahora, ha mantenido que los actos de los Poderes públicos son arbitrarios
cuando no son razonados ni razonables y, por supuesto, no están fundados en Derecho.
Es evidente, pues, que la arbitrariedad nada tiene que ver con la discrecionalidad
que es un ámbito legal de actuación del Gobierno, necesario para ejercer el poder
en cierto momento. Lo digo, porque hay un sector de la política española que parece
que entiende que el Parlamento puede hacer lo que le venga en gana en un
momento dado. Y, partiendo de esa creencia, ayer no sólo se aprobaron decretos inconstitucionales,
como hemos dicho muchas veces en estos días, sino que, rizando el rizo, para
aprobarlos se incurrieron en otras violaciones patentes de la Constitución con acuerdos
que manifiestan la arbitrariedad de la que hablaba amén de la desigualdad y violación
de otros principios y normas constitucionales. Porque esos acuerdos, y los cambios
que se han propiciado, no han sido razonados; porque, en su caso, la “razón”
que se nos da (mantener al Sr. Sánchez en el Poder) no entra ni de lejos en lo
que se entiende por razonable y porque lo que se concede está fuera de los
márgenes de la Constitución y son actuaciones tan poco urgentes y necesarias que
se posponen necesariamente en el tiempo.
Valentín Cortés