Viernes 26 de Octubre de 2018
El
Gobierno, la Fiscalía, la Abogacía del Estado, el Tribunal Supremo y los
golpistas.
Desde el punto de vista político, por supuesto que la presión del Gobierno,
en el asunto de la calificación por los acusadores de los hechos llevados a
cabo por los procesados por rebelión, tendría su comentario si yo fuera
analista político (vid. toda la prensa de hoy) Pero, sólo lo soy jurídico.
En ese plano, el Gobierno no juega ningún
papel en este proceso; lo juega el Estado, en cuanto defiende intereses públicos: por eso está en el
proceso el Ministerio Fiscal; y en
cuanto defiende los intereses económicos
públicos perjudicados por el delito que se haya podido cometer: por eso está
en el proceso el Abogado del Estado. También está el Estado en cuanto juzga, de
ahí el papel del Tribunal Supremo.
En ese proceso, siempre que haya
delito, sea cual sea su calificación, si se prueban los daños y autoría por los
procesados, el Abogado del Estado habrá cumplido con éxito su labor; de modo
que, podríamos decir, que para los “intereses” del Abogado del Estado pudiera
dar lo mismo que los hechos sean rebelión, sedición, que malversación de fondos;
lo importante es que sean condenados a resarcir los daños económicos producidos
por delito.
Otra cosa es el Ministerio Fiscal,
pues el interés del Ministerio Fiscal coincide con el público y general. Y en ese sentido no es lo mismo que los autores
vayan a la cárcel por rebelión, que por sedición o por malversación: deben ir
por el delito que hayan cometido.
El Gobierno cuando presiona se
equivoca, no sé si política, pero sí jurídicamente, pues no parece
adecuado que sea el Gobierno quien nos diga lo que va a hacer la Abogacía del Estado
y no sea el Jefe de la Abogacía quien nos dé la noticia de lo que va a hacer,
por mucha dependencia orgánica que haya. Y la Sala Segunda del Tribunal Supremo,
como viene ocurriendo desde el principio de este caso, guarda silencio y lleva
a cabo el proceso mas delicado para la convivencia española desde el final de
la guerra civil de manera ejemplar.
Valentín Cortés