Jueves 9 de Mayo de 2019
Una
provocación de libro
Uno de los principios que regulan
ese juego, que es el proceso, es la imposición
a las partes del deber de actuar procesalmente respetando las reglas de la buena fe. Al punto que el Tribunal puede
imponer sanciones de tipo económico a la parte que las trasgrede o, incluso, al
letrado que incide en la mala fe procesal, amen de que normalmente una actuación
de mala fe conlleva la imposición de las costas procesales.
Cuando las defensas de los enjuiciados
por rebelión, que han obtenido el acta de diputado o senador en las últimas
elecciones legislativas, exigen la suspensión del juicio para que las Cámaras
legislativas se pronuncien sobre el llamado suplicatorio
( vid. la prensa de hoy) lo hacen sabiendo que la Ley no ampara tal petición y
que con ello lo que se intenta es crear por anticipado una situación de tensión
política que pueda ser aprovechada por los independentistas en negociaciones políticas,
posiblemente en marcha, que aprovechan la debilidad del partido político ganador
de las elecciones, dada la composición de esas Cámaras legislativas, Cámaras
que, por cierto, hasta ahora no se han pronunciado sobre el citado suplicatorio
y que tampoco sabemos si lo van a hacer.
La provocación y la mala fe
procesal o se cortan de raíz o perdurarán, en múltiples variantes, durante todo
el tiempo que dure la tramitación del proceso.
Valentín Cortés