Lunes 10 de Enero de 2021
La tontuna legislativa
Me refiero, permítasenos la expresión
en el titulo, a la promulgación de la Ley 17/2021 de régimen jurídico de los animales
que ha entrado en vigor la semana pasada.
Diremos que no es verdad, tal como
ha afirmado cierta prensa y el Preámbulo de la Ley, en su primera frase, que
las normas que se derogan del Código Civil dieran a los animales la condición de
bienes muebles. El Código distinguía las cosas muebles e inmuebles de los
semovientes (animales), aunque en determinados aspectos jurídicos atinentes a los
animales (compraventa, posesión, frutos, etc) aplicaba a aquellos las normas
establecidas para cualquier objeto de tráfico jurídico o comercio, porque, en
definitiva, los animales, ahora y siempre, han entrado en el comercio de los
hombres. Por tanto, en este aspecto nada nuevo.
La equivocación del legislador y,
en mi opinión, su ridículo está en que a los llamados animales de compañía
( concepto, por cierto, indeterminado hasta grado sumo, lo que dará lugar a gran
inseguridad jurídica) se les da un tratamiento de miembro de la familia
en los supuestos de separación, divorcio o nulidad matrimonial, en modo que el
juez no aprobará el convenio regulador cuando lo acordado entienda que va
contra el bienestar del animal( otro concepto indeterminado) ( art. 90.1º
del Código Civil), que nada tiene que ver con el maltrato( penalizado en el Código Penal) lo que iguala esa falta de bienestar al perjuicio de
los hijos( que igualmente impide la aprobación del convenio regulador). Así
mismo creo que es ridículo prohibir la venta del animal de compañía en
propiedad mancomún cuando hay algún copropietario que se opone (art. 404 del
CC), haciendo primar el bienestar del animal sobre los intereses de los
propietarios; o declarando la inembargabilidad absoluta del animal de compañía,
pero, curiosamente, no así la de sus frutos (crías, camadas, etc)( art. 605 Ley
de Enjuiciamiento Civil).
En términos generales ( se podrían
poner más ejemplos) una ley innecesaria, equivocada y ridícula.
Valentín Cortés