Martes 29 de Octubre de 2024
El fiscal en el proceso penal contra el Fiscal General
Leo en www.elmundo.es que la Asociación Profesional e
Independiente de Fiscales (APIF), ante la negativa del Fiscal General a dimitir,
ha planteado ante el Tribunal Supremo una cuestión jurídica ciertamente sorprendente en mi opinión: ¿puede
considerarse que la intervención obligada de la Fiscalía( de cualquier miembro del
Ministerio Fiscal), defendiendo la legalidad desde la imparcialidad en la causa,
se puede producir en un proceso contra el Fiscal General, que es el jefe jerárquico
de cualquiera de ellos?. Esta Asociación cree que no y por ello pide su personación
en la causa para dar, dicen, la seguridad al Tribunal de que un tercero (la
APIF), pero impregnado (dada su composición subjetiva) por la esencia y
principios de la Fiscalía, cubra esa carencia de independencia y de defensa de
la legalidad, asegurando que, desde esa base, en su momento pedirá la apertura
del juicio oral o el archivo de la causa según resulte de la investigación.
No sé lo que decidirá el Tribunal
Supremo sobre tal petición pero creo que, si bien la personación se podría
admitir por tratarse precisamente de una asociación que tiene interés evidente
en la causa, no cabe duda que la fundamentación, en mi opinión, no es correcta, pues hace un juicio( prejuicio) de intenciones sobre la actuación de cualquier
fiscal que, en cualquier caso, de recibir una orden directa o indirecta del
Fiscal General de actuación en su favor ( que sería radicalmente nula, por
tanto, inexistente) siempre tiene medios, además, para declinarla y apartarse
del caso; y porque, existiendo además acusación particular, la actuación del
Ministerio Fiscal pierde su trascendencia en la decisión de la apertura del
juicio oral, siendo el garante de la aplicación del principio de legalidad siempre
el Tribunal.
Todo esto no obvia el grave problema de fondo que plantea APIF, pues la incomprensible actuacion del Fiscal General, al no dimitir, pone a la Fiscalía en un brete reputacional injusto e innecesario
Valentín Cortés